Muchas veces pensamos que los aragoneses no tenemos memoria. Es una forma de hablar, pero ¡ cuántas veces lo habremos repetido !. Quizás será que los pueblos tienen memoria de más largo plazo, será que la historia debe ser digerida con más tiempo. Quizás sea también que a los aragoneses, nos han puteado la historia unos y otros. Pero aún así, en las cosas de verdad, no reblamos.
Estos días estamos asistiendo a mucho ruido tras la muerte de Labordeta, que si hay que llamar a tal equipamiento con su nombre, que si el himno de Aragón tiene que ser el " canto a la libertad". En fin, en mi dedicatoria a Labordeta no puse ni el nombre el otro día, pues mi intención era no salir en ningún buscador por haberle nombrado. Pero eso no quiere decir que no esté espectante por todo lo que ocurre alrededor de su figura, y por todo lo que se están moviendo los políticos.
Hoy me ha gustado mucho el artículo que ha escrito Lola Ester en el periódico de Aragón, y que reproduzco íntegro, porque es breve y bueno:
El parque Grande es fruto del empeño de dos funcionarios municipales, que en 1913 diseñaron un pulmón verde a los pies del Cabezo Buena Vista. Hubo que vencer muchas dificultades antes de que el arquitecto Navarro y el paisajista holandés Winthuysen trazaran un nuevo ensanche de la ciudad en las huertas del Huerva. En 1929 Miguel Primo de Rivera inauguró con su nombre el parque al que, para mayor inri, se accede por un puente que lleva la fecha del golpe de estado que protagonizó el dictador. Pero los zaragozanos, "duros del roquedal", como dice Labordeta, ignoraron el nombre del sublevado y le bautizaron como parque Grande. Y otro tanto hicieron con su vecina, la residencia sanitaria José Antonio. Franco no puso apellidos al hospital, pero a los zaragozanos no se les escapó el guiño y lo rechazaron desde el principio, de manera que pasó a llamarse por decisión popular la Casa Grande. Y es que los zaragozanos son muy prácticos a la hora de despreciar, entienden que no merece la pena darse a entender. Si hay que cambiar el origen de las cosas, se cambia y sanseacabó. ¿Por qué, si no, la calle Don Jaime es conocida popularmente por San Gil? Porque el rey aragonés menospreció los derechos de Aragón, y ese pecado arrastra una penitencia por los siglos. Tras muchas intentonas, en 1984 el hospital José Antonio pasó a llamarse Miguel Servet. Y eso sí, los zaragozanos aprobaron desde el instante cero que un hombre del que se sentían muy orgullosos diera nombre al hospital. Lo mismo ocurrirá con el parque Grande cuando se llame Labordeta.
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